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29.6.08

La Princesa Azilhú (20)

Al día siguiente, Lucas fue a ver al rey y a la reina. En cuanto llegó, la reina le recibió inmediatamente. Al verse, ambos empezaron a llorar. La reina sabía que Lucas había estado fuera estos días y que acababa de enterarse de la horrible noticia y había acudido al encuentro lo antes posible:
- ¡Hola, Lucas! Ya te has enterado, ¿verdad?
- Sí, ayer en cuanto llegué me lo dijo mi madre. Desde entonces estoy muy triste. No paro de pensar en ella y en qué podría hacer para ayudarla.
- ¡Ay, Lucas! Si pudiéramos hacer algo por ayudarla, ya lo habríamos hecho, pero es imposible, ella lo sabe y nosotros lo sabemos... La ví, ví cómo el dragón se la llevaba volando entre sus garras. Fue el peor momento de mi vida. Aquel día, ella salió muy temprano en su caballo a dar un paseo y dijo que volvería para almorzar, pero no volvió. Apenas un ratito después de irse, oímos un estruendo en el cielo, a todos nos llamó la atención y al mirar, la vimos entre sus horribles garras, luchando por soltarse... Poco después llegó su caballo solo y asustado. Así ocurrió todo.
Lucas charló un rato con la reina intentando consolarla y darle un poco de ánimo. Verdaderamente la situación no tenía remedio posible más que esperar a que llegara el momento en que el dragón la dejase libre. Estaba deseando ver a Beltrán y saber si pudo verla, si él estuvo presente en ese fatídico momento. Sabía que no, si Beltrán hubiese estado allí, habría luchado contra el dragón hasta perder la vida, pero no se hubiera quedado de brazos cruzados. Seguro que no.
Hablaron durante largo rato hasta que Lucas se despidió de la reina prometiéndole que pensaría en algo para ayudar a Azilhú. No se daba por vencido, pensaba que Beltrán y él podían formar un buen equipo contra el dragón. No podía dejar de pensar en buscar alguna forma de ayudar a Azilhú.
Regresó a casa y preparó unas pocas cosas. Se despidió de su madre y partió para ver a Beltrán. Su caballo iba a toda prisa. Estaba deseando llegar y hablar con él. Su cabeza no hacía más que pensar en Azilhú y en lo mal que lo debía estar pasando. Pronto vió a lo lejos la casa de Beltrán. Al llegar, preguntó por él rápidamente y le indicaron que estaba en su dormitorio. Se cruzó con su abuela, quien se alegró mucho de verle y le pidió que animara un poco a Beltrán, que estaba muy triste. Ella ya sabía la parte de la historia que Beltrán le había contado y pensaba que tenía motivos sobrados para estar triste, pero, evidentemente, no sabía toda la verdad porque tampoco Beltrán la conocía.

- ¡Hola! ¿Beltrán, estás ahí? Soy Lucas. ¿Puedo entrar? -dijo abriendo un poco la puerta-.
- Sí, sí, pasa Lucas, por supuesto que puedes, adelante.
Lucas se acercó a él y se saludaron efusivamente.
- ¿Cómo fue tu viaje, Lucas?
- Muy bien, todo fue estupendamente. Llegué ayer, pero no he venido a hablar de mi viaje...
- ¿Ah, no? Pues dime, ¿de qué quieres hablar? -Lucas puso cara de enfado, sabía que quería hablar sobre el día de la cita con Azilhú-.
- Verás..., no sé muy bien cómo empezar... ¿Acudiste a la cita con Azilhú?
- Sí, claro, claro que acudí, aconsejado por ti, me dijiste que ella estaba deseando verme, pero creo que sólo se rió de mi. Sólo lo hizo para divertirse. No acudió. Estuve esperando toda la mañana y no vi ni rastro de ella. He decidido que no quiero verla nunca más. Si me traes un mensaje de ella, no quiero ni saberlo.
- Lo sabía, estaba seguro de que no habías estado presente.
- ¿Cómo que no? Estuve allí toda la mañana esperándola, fue ella la que no se presentó.
- No, no me refiero a eso. Me refiero a que no tienes ni idea de lo que ocurrió ese día, ¿verdad?
- Bueno, yo sé lo que pasó, y pasó que sólo acudí yo.
- Vamos a ver, prepárate que te cuento lo que ocurrió... El día de la cita, Azilhú salió muy temprano de su casa, me lo ha dicho su madre, salió a pasear con su caballo, eso es lo que le dijo a ella. Poco después, escucharon un gran estruendo en el cielo y cuando miraron, vieron que un dragón se llevaba a Azilhú entre sus garras.
Los ojos de Beltrán se abrieron como enormes ventanales asombrados por la noticia. Tenía la cara desencajada y el ritmo de su respiración había aumentado considerablemente.
- ¿Un dragón?, pero ¿qué dragón?, pero ¿es cierto lo que me cuentas?, ¿y qué pasó?, ¿cómo está ella ahora?, ¿puedo verla?
Un millón de preguntas se amontonaban en la cabeza de Beltrán y sólo algunas atinaban a salir por su boca.
- Déjame que te cuente, Beltrán. El dragón que se la ha llevado suele actuar así en nuestra región. Se lleva a una chica joven, la mantiene en su inaccesible cueva durante un tiempo y luego, pasado ese tiempo, la libera sana y salva. Pero mientras tanto, todos los que intentaron hacer algo por liberarlas antes de que lo hiciera el dragón, no consiguieron nada en absoluto. Nada.

Beltrán estaba como hipnotizado. No daba crédito a lo que Lucas le contaba. No lo asimilaba. No creía que algo tan horrible pudiese ocurrir y que le pudiese ocurrir a Azilhú, la chica más preciosa que jamás había conocido, y que le pudiese ocurrir a él, y que hubiese existido un motivo realmente de peso para que Azilhú no hubiese asistido a la cita. Empezaba a ver un rayito de luz. Un rayito como el que entraba en la cueva del dragón e iluminaba toda la sala donde dormía Azilhú. Era el mismo rayito para los dos. Ambos se alimentaban ahora de la misma ilusión, la ilusión que les llevó aquel día a aquel sitio pero en distintos momentos y con tan trágico desenlace. Había otro desenlace mucho más agradable y mucho más deseado pero aún quedaban obstáculos por salvar... ¡todo se andará!

15.6.08

La Princesa Azilhú (19)

A lo lejos se veía un caballo galopando, dejando una nube de polvo detrás. Se aproximaba rápidamente. Sí, ya se podía distinguir. ¡Es Lucas!. Ya está de regreso. Llegó a su casa, bajó del caballo a toda prisa y fue corriendo a saludar a su madre:
- ¡Hola, mamá! Ya estoy en casa. ¡Qué ganas tenía de volver! ¡Qué bien se está en casa!
- ¿Lo has pasado mal, hijo? ¿Algún contratiempo...?
- No, no, ninguno, pero ya estaba deseando volver para veros, y ver a mis amigos y recuperar mi vida. Estoy cansadísimo de tanto cabalgar. Mañana visitaré a algunos amigos. Por cierto, ¿cómo fue la estancia de Beltrán y sus padres? Supongo que todo bien, ¿verdad?
- Sí, sí, Beltrán se fue antes de lo esperado porque recordó algo que había dejado pendiente, por lo demás todo bien.
- ¡Que había dejado algo pendiente...? ¡Qué raro...!
- Pues sí, sólo estuvo un día y se marchó. Ni siquiera se despidió, le pidió a su madre que le despidiera de nosotros. Lucas, -su madre le cogió las manos entre las suyas- tengo que contarte algo que ha pasado y sé que te va a afectar bastante, -hizo una pausa larga-. El dragón volvió...
- ¿El dragóóóóón...? ¡Oh, no! ¿Se ha llevado a alguna chica...? Mamá..., ¿alguna conocida...? Dímelo, por favor. Me tienes en ascuas... dilo, mamá.
- Sí, Lucas. Se ha llevado a una amiga tuya. Tu mejor amiga, la Princesa Azilhú.
- Pero, mamá, ¿cómo puede ser...? ¡Ay, Dios!, ¡qué tragedia!, ¿cómo están sus padres? Tengo que ir a verles... y... ¿no se sabe nada de ella...? Mamá, ¿nadie ha hecho nada...?
- Lucas, sabes que es imposible, nadie ha salido de allí. Saldrá sana y salva cuando el dragón la libere, pero tendremos que esperar. No hay otra posibilidad.
- Mamá, pero...
- Lucas, no es posible, no podemos ayudarla, no podemos hacer nada...
- ¿Cuándo ocurrió, mamá?
- Pues sólo unos días después de irte. Beltrán y sus padres llegaron un sábado y ocurrió al día siguiente, el domingo.
- ¿El día siguiente, dices?
- Sí, aunque lo supimos unos días después y desde entonces todos los que la conocemos estamos muy tristes... pensamos en ella, en sus padres... ¡qué tristeza!, ¡qué desolación!
-¿Y Beltrán lo sabía?
- Pues no lo sé, hijo. No sé si Beltrán la conocía. Sus padres me dijeron que ellos no la conocían, pero cuando nos enteramos, ya Beltrán se había ido unos días antes.
- Mamá, tengo que irme. Voy a visitar a los padres de Azilhú y mañana iré a ver a Beltrán.
- De acuerdo, hijo. Si crees que es lo que debes hacer, hazlo, pero no entiendo la relación entre una cosa y la otra.
- Es largo de contar, mamá, pero créeme, es importante que lo haga.
- De acuerdo, hijo.

8.6.08

La Princesa Azilhú (18)

Ya llevaba casi un mes viviendo en la cueva y se iba acostumbrando a estar allí. La verdad es que no había mucho con lo que entretenerse. Por la mañana, al levantarse, se acercaba al lago que estaba junto a su cama, buscaba el lugar donde se veía reflejada, se lavaba la cara, se arreglaba un poco el pelo, se lo recogía con una cinta que se había hecho de un trozo de tela y, mirándose fijamente se decía: ya queda un día menos e intentaba sonreirse a si misma.
Luego arreglaba su cama para que estuviera cómoda por la noche. Aunque era sólo de paja y telas, dormía con la suficiente comodidad, dadas las circunstancias, y no sentía nada de frío y cuando había luna llena, la luz de la luna entraba por el pequeño hueco que había en el techo y le hacía compañía, iluminaba toda la sala y teñía de plata todo a su alrededor.

Había encontrado un trozo de pared bastante lisa y una piedra muy dura con la que iba anotando los días que pasaban, 25 días llevaba ya en aquella cueva. Cada día se le hacía interminable, infinito. No tenía mucho que hacer y su mente repasaba los recuerdos que almacenaba en su memoria, con sus padres, con su prima, con sus amigas, jugando, divirtiéndose, charlando y, sobre todo pensaba en Beltrán. Recordarle le entristecía enormemente porque pensaba que supiese o no lo que había ocurrido realmente, él no le iba a estar esperando a ella sin saber cuándo iba a terminar ese cautiverio y si, en efecto, terminaría positivamente.

Cuando ya el sol iluminaba toda la sala, Azilhú subía las escaleras. Casi siempre estaba el dragón allí, delante de la entrada, tumbado en el suelo, despierto y siempre le decía:
-Buenos días.
Pero ella no contestaba, aún estaba demasiado enfadada y no pensaba hablar nunca con él. ¡Era un dragón! ¿Qué podía hablar con un dragón?
Se sentaba cerca de la pequeña laguna mirando hacia la salida. "Tengo que buscar la forma de escapar de aquí. No puedo quedarme con los brazos cruzados. Debe haber alguna forma."
Nadie había escapado nunca de la cueva del dragón. Nadie. Sólo cuando el dragón quería dejaba en libertad a sus víctimas, pero sólo cuando él lo decidía. Esto no lo sabía Azilhú y pensaba que tenía alguna posibilidad de huir pero era imposible.

El dragón sólo se alejaba de la cueva para buscar comida. Hasta ahora, cuando había traído comida, eran piezas pequeñas: pollos, conejos, faisanes... que Azilhú había cocinado sin mucha dificultad. El dragón traía también trozos de árboles para la hoguera que encendía él con su propio aliento. Azilhú era buena cocinera y no había hecho enfadar al dragón ni una sola vez.

25.5.08

La Princesa Azilhú (17)

Después de cabalgar durante un buen rato, Beltrán llegó a su casa. Dejó el caballo, cogió su equipaje y entró muy deprisa hacia su habitación. Estaba muy enfadado. Estaba enfadado consigo mismo. No podía estarlo con nadie más. Nadie le había obligado a ir a buscar a Azilhú. Él lo había decidido solito y fue una mala decisión. Ahora lo sabía. Se encerró en su habitación y se tumbó en la cama, mirando hacia el techo. Los pensamientos en su cabeza le martilleaban el cerebro y la respuesta a todas sus preguntas siempre era la misma: ¡qué tonto he sido! Aunque intentaba pensar en otra cosa, siempre volvía a lo mismo, a su cita, a su torpeza, a su ingenuidad y, de nuevo, la respuesta: ¡qué tonto he sido!
Llevaba ya más de una hora encerrado en su habitación. Su abuela no lo había visto llegar pero lo había oído subir las escaleras a toda prisa y cerrar la puerta de su dormitorio con un portazo. Sabía que algo había ido mal, pero no se atrevía a molestarle. Se acercó a la puerta, no se oía nada. Estaba preocupada por él, no sabía qué había ocurrido. Se decidió a llamarle. Golpeó la puerta.
- Sí, ¿quién es?
- Beltrán, soy yo. ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo?
- Abuela, no tengo ganas de hablar ahora, luego charlamos, ¿vale?
- De acuerdo, hijo, como tú quieras...
La abuela se preocupó un poco más. Beltrán era un chico muy comunicativo y le gustaba hablar con su abuela, de hecho, ella era la única que sabía sobre su cita con Azilhú. Pero también sabía que debía dejarle tiempo para pensar, él tenía algo rondándole por la cabeza y se sentía mal, eso estaba clarísimo. Sólo tenía que dejarle un poco de tiempo y él mismo le contaría...

Por su parte, Azilhú también pensaba en Beltrán, con una gran diferencia, ella sabía lo que había ocurrido y sabía lo que debería estar pensando Beltrán pero no podía hacer nada por cambiarlo, por poner remedio.
Había subido, de nuevo las escaleras. Ahora veía con más claridad dentro de la cueva. El dragón seguía en la entrada. Se acercó hacia otra zona del interior y descubrió unos recipientes, imaginó que allí era donde habían cocinado otras chicas la comida para ellas mismas y para el dragón. Recordaba la receta para hacer oso con guindillas, cerdo con pimientos, pollos encebollados... y muchas más que había aprendido a hacer. Ahora entendía para qué le servían todas aquellas recetas que su madre se había empeñado en enseñarle.
El dragón tenía fama de ser muy comilón, claro, que también era muy grande y podía acabar con un cerdo enterito en 3 bocados, pero también tenía fama de enfadarse con gran rapidez cuando alguna comida no le gustaba y entonces, fruncía el ceño fuertemente, pataleaba en el suelo haciendo que se moviera todo el terreno a su alrededor, expulsaba humo por los orificios de su nariz y una gran llamarada de fuego por su boca y quemaba todo lo que se interpusiera en su camino: persona, animal o cosa, así que, si llegaba el momento, lo mejor era estar lo más lejos posible de él.

18.5.08

La Princesa Azilhú (16)

Todas se encaminaron a casa de Lucas, decididas a hablar con Beltrán.
- Él lo aclarará todo.
- Sí, él nos dirá qué ha pasado.
- Y por qué no ha hecho nada por evitarlo...

Al llegar preguntaron por Beltrán, pero un sirviente les dijo que hacía rato que había salido a caballo con su equipaje y muy apresurado, pero que sus padres aún estaban allí.
Ninguna se atrevió a hablar con sus padres, no les conocían, no sabían si tenían idea de quién era Azilhú, ni de la cita que tenían aquel día. Decidieron marcharse, cuando Lucas llegara seguro que hablaría con Beltrán y éste le contaría todo. De todas formas no podían hacer nada por Azilhú más que pensar en ella y desearle la mejor suerte.

Beltrán cabalgaba en su caball0 a toda velocidad, estaba muy contrariado, no dejaba de pensar en lo mal que se sentía: pero qué vergüenza, cómo he podido ser tan iluso, cuánto me arrepiento de haberle escrito esa carta, cómo se habrá reído de mi, mi pobre abuela, que incluso me preparó un regalo para ella, qué estúpido he sido, qué mal me siento. No podía quedarme allí, sólo me hubiese hecho más daño al saber que estaba tan cerca y tan lejos...

Azilhú se decidió a bajar por aquellas "escaleras" que veía al fondo de la cueva. Se dirigió lentamente pero el dragón estaba muy pendiente de ella, de cada movimiento. Bajo con mucho miedo, sin saber lo que se iba a encontrar... según iba bajando, parecía que había más luz y se vislumbraba mejor el camino. Se agachó para ver lo que había... se encontró una vista preciosa, nunca había visto aquellos colores tan bonitos, ¡qué luminosidad! incluso le parecía un lugar bonito, agradable. Había un lago en el que incidía un rayo de luz que entraba por un pequeño hueco pero que iluminaba todo el interior de la sala. El agua se veía tan azul que parecía irreal, coloreada. A un lado del lago, en un rellano, había una especie de cama hecha con paja y trozos de telas de varias clases. Le sorprendió mucho la luz que entraba por tan pequeño hueco, lo iluminaba todo, lo llenaba todo de vida. Supo que ahí era donde habían dormido las jovencitas que habían estado prisioneras del dragón, ahí sería donde dormiría ella también. Echó un vistazo a toda la estancia, vio una pared donde otras chicas se habían entretenido dejando las huellas de sus manos usando colores rojos y negros. Miraba las huellas sin saber si sentía miedo, tristeza, alegría o desesperanza. Lo que sí era cierto era que había muchas, muchísimas huellas, quizás una forma de divertirse y de pasar el rato porque allí el tiempo debía pasar muy lentamente, sin amigos, sin poder leer, sin hablar con ninguna persona humana, estaba el dragón, que hablaba, pero no era humano...

11.5.08

La Princesa Azilhú (15)

Beltrán decide irse, ya ha sufrido bastante humillación, tampoco entiende por qué Lucas le engañó, ahora está en Alemania pero en cuanto tenga ocasión de verle, le hablará de cuánto le ha decepcionado, él pensaba que su amistad era sincera pero le ha traicionado, le dijo que Azilhú estaba deseando verle, le ha tomado el pelo, no puede haber nada que le haga sentir peor, se siente engañado. Su caballo iba galopando a toda prisa. Algunas lágrimas se le habían escapado de sus ojos aunque él las achacaba a la velocidad con que corría. Por fin llegó a casa de Lucas, entró a toda prisa, dejó el caballo y se dirigió a su habitación, recogió sus cosas y fue a hablar con su madre:
- Mamá, me voy, he recordado un asunto urgente que había olvidado y necesito volver, vosotros disfrutad de la estancia en casa de los padres de Lucas, ya sabes cómo son de amables, por favor, despídeme de ellos y dales las gracias en mi nombre, cuando Lucas vuelva de Alemania ya nos veremos.
-Pero, hijo, ¿cómo es eso?, ¿te vas así, tan de repente?
- Sí, mamá, es necesario.
Beltrán pensó que quedarse allí, cerca de Azilhú, le resultaría más difícil. Quería estar lo más lejos posible, donde el aire no le trajera aroma a ella... Decidió volverse a casa, al menos allí estaba su abuela y podría hablar con ella, seguro que le daba buenos consejos, siempre lo había hecho.

Las amigas de Azilhú recordaban que este domingo tendría lugar la cita deseada y habían decidido ir a verla por la tarde para merendar con ella y que les contase todo. Al llegar notaron mucho revuelo en todo el castillo, todos los sirvientes corriendo de aquí para allá, no había nadie que recogiese los carruajes... era un poco extraño... nadie abrió la puerta hasta pasado un rato. Al entrar, vieron a la aya subir las escaleras llorando, muy apresurada... notaron que algo raro estaba pasando. Le preguntaron al sirviente:
- ¿Y la princesa Azilhú? ¿no viene a saludarnos?, ¿ocurre algo?
El sirviente afirmó con la cabeza pero no soltó palabra y les indicó con la cabeza para que notaran que se aproximaba el rey.
Caminaba despacio, cabizbajo, seguido por varios de sus ayudantes. Todas se apartaron de su camino al verle. Se paró en medio de todas ellas y les dijo:
- Pasad, por favor, pasad al salón, quiero hablar con vosotras.
Se miraron unas a otras asustadas. El rey quería hablar con ellas. ¿Qué había pasado? Debía ser algo grave: ¿habría descubierto el rey la cita de Azilhú y Beltrán...?, ¿quería preguntarles para saber qué sabían ellas...?, ¿le había pasado algo a Azilhú en la cita...?
Todas pasaron al salón detrás del rey y se sentaron alrededor de la mesa.
- Quiero contaros algo, algo que le ha ocurrido a Azilhú. Es grave, pero no quiero asustaros y para que no se digan las cosas de forma diferente a como han ocurrido, prefiero contároslo personalmente. Esta mañana, Azilhú salió a pasear a caballo -todas se miraron y abrieron los ojos como platos, hasta ahí ya lo sabían-, de repente, oímos un estruendo sobre nuestras cabezas, era el dragón, se ha llevado a nuestra hija entre sus garras. Estamos desolados. Sabemos que no le hará daño, nunca se lo ha hecho a ninguna de las jovencitas, pero no podemos dejar de estar asustados y preocupados por ella. Sabemos que no hay forma de acceder a ese punto de la montaña donde habita el dragón y ahora también Azilhú. Sabemos que sólo podemos esperar a que decida dejarla libre y sabemos que tiene toda la preparación necesaria para no hacer enfadar al dragón, aún así, no podemos dejar de estar tristes, preocupados y apesadumbrados.
Se quedaron con la boca abierta, literalmente, horrorizadas y con los ojos brillantes por la emoción. ¡Azilhú había sido secuestrada por el dragón! Eso no se lo esperaban... no sabían cómo reaccionar... estaban tan tristes...
El rey se levantó de su silla y les dijo:
- Por favor, podéis quedaros a merendar como hacíais con Azilhú, pensad en ella y enviadle muchos ánimos con vuestro corazón, pensad en ella cuando estéis todas juntas... Gracias.
Salió del salón del mismo modo que le vieron al llegar, triste, caminando despacio y cabizbajo.

Se quedaron allí sentadas un rato pero no tuvieron ganas de merendar, la noticia les había quitado el apetito. Se quedaron charlando:
- Oh! pobre Azilhú, ¡qué mal lo estará pasando!
- ¿Cómo ha podido ser?
- Es increíble... nunca pensamos que le pudiera ocurrir a una de nosotras, ¿verdad?
- Es un mal día... con lo bonito que se dibujaba...
- ¿Habrá podido ver a Beltrán...?, ¿...y él no hizo nada por impedirlo...?
- Seguro que se asustó al ver al dragón y salió corriendo... ¡Será cobarde...!
- Chicas, chicas, no adelantemos acontecimientos, aún no sabemos si le vió o no, igual no le dio tiempo a llegar... no sabemos nada de eso
- No, no sabemos nada, pero podemos saber... podemos ir a casa de Lucas y hablar con Beltrán, él debe saber cómo ocurrió todo.
- Sí, vamos, le preguntaremos a él y que nos lo aclare todo...

27.4.08

La Princesa Azilhú (14)

Desde dentro de la cueva se veía con claridad el exterior, entraba bastante luz y aunque el dragón estaba tumbado en la entrada, se veía con claridad. Se sentó en una de las rocas, no sabía qué podía hacer pero por supuestísimo que no iba a hablar con el dragón. Se quedó mirándolo fijamente, era muy grande y muy feo, daba miedo.
El blanco de sus ojos, por el paso del tiempo y por su condición de dragón es amarillo y su pupila roja, su boca es muy grande y tiene muchos dientes y muy afilados y una lengua roja y tan larga que le sale por fuera de la boca.
En la cabeza tiene dos cuernos muy largos, orientados hacia atrás y las orejas parecen pequeñas alas. La piel de su cuerpo parece dura, como con escamas grandes y con los reflejos del sol aparecen todos los tonos de los colores rosados, morados, celestes y turquesas.
Toda su espalda la recorre una hilera de púas gigantes que llegan desde su cabeza hasta donde empieza su cola, fina pero larga y que termina con una púa triangular más grande que las demás.
Sus patas traseras son muy fuertes, se apoya sobre ellas para caminar y deja el resto del cuerpo erguido, tiene unas garras muy fuertes y poderosas tanto en las patas traseras como en las delanteras.
Pero, sin duda, lo que más impresiona en el dragón son sus alas, es lo más llamativo de su cuerpo, tienen como cinco dedos gigantescos acabados en uñas como púas gigantes y todos ellos unidos por una piel semitransparente como la de los murciélagos.
Realmente, su aspecto es aterrador.

20.4.08

La Princesa Azilhú (12+1)

Al llegar al riachuelo, Beltrán comprobó que no había nadie, miró hacia todos lados pero no, no veía a nadie. "Veamos..., he llegado el primero, la esperaré. Seguro que no tarda en llegar, mejor así porque tendré tiempo de calmarme un poco, ¡qué nervioso estoy!...".

Se bajó del caballo y se sentó en una piedra a esperarla y a pensar en ella y lo que le diría: "¡Buenos días Azilhú, cuánto me alegra que hayas venido! No sabes cómo he deseado que llegara este momento para volver a verte y conversar contigo. ¿Recibiste la carta que le di a Beltrán? ¿Te gustó? Pues déjame darte un beso en la mejilla... no, no, eso no se lo puedo decir, se asustará, pero ¿cómo sabré si quiere un beso mío? ¿me lo pedirá?... debí preguntarle a la abuela. ¿Y si no le gustó la carta?, pero qué complicado es esto... y no me calmo, mi corazón galopa casi tan rápido como mi caballo. No debe tardar en llegar, pero no veo ni oigo a nadie acercarse. ¿Será demasiado temprano? Bueno, esperaré... no tengo nada mejor que hacer, hombre..., mejor, mejor sería que estuviera aquí ya pero... habrá que esperar. Si es que soy muy impaciente... que ya me lo dicen todos..."

Beltrán era incapaz de imaginar lo que había ocurrido. Azilhú pensaba en él: cómo se enteraría, Lucas estaba en Alemania, no podría decírselo, qué pensaría, que ella no tenía ningún interés por él, ¡ooooohhhhhh!, tanto tiempo esperando... lloraba y lloraba, también pensaba en sus padres: ¿podrían hacer algo para rescatarla?, a simple vista el terreno parecía complicado, no había forma de acceder..., lloraba y lloraba, ¿y sus amigas?, cuándo podría verlas de nuevo, con lo bien que lo pasaban juntas..., lloraba y lloraba.

Ya era la hora del almuerzo y Azilhú no había aparecido, Beltrán se sentía más triste por momentos, sus pensamientos sobre Azilhú empezaban a teñirse de un color grisáceo: pero qué tonto he sido, cómo he podido pensar que una chica tan bonita podía sentirse atraída por mi, pero qué me hizo pensar que ella acudiría a la cita. Está clarísimo, no ha querido verme, no le he interesado, no ha sentido la más mínima curiosidad por verme y yo pensando que estaría tan ilusionada como yo con esta cita, qué desencanto, qué tristeza en mi corazón, qué frío siento, cómo duele este abandono, cómo dueles Azilhú...

Mientras tanto, allá en lo alto de la montaña, el dragón seguía tumbado, sin perderla de vista. De vez en cuando bostezaba y se le escapaban algunas pequeñas llamas de fuego por la boca, no como cuando se enfadaba, que eran grandes llamaradas, en los bostezos eran pequeñitas.

Azilhú notaba que le dolían las piernas de tenerlas encogidas en su regazo durante tanto tiempo. Los ojos le escocían de tanto llorar. Su precioso vestido se había roto con las garras del dragón. Necesitaba estirar las piernas, incorporarse, moverse un poco. Decidió entrar a la cueva.

Bajó con cuidado por las rocas hasta la entrada. El dragón la miraba desde el otro pico de la montaña. Se levantó para verla mejor y observar sus movimientos. La entrada era muy grande y muy oscura. Desde ahí miró al interior. No veía más que oscuridad. Dio un paso más hacia adelante. Miró a su alrededor. Todo estaba oscuro. Se frotó los ojos para intentar ver algo. Sentía miedo de continuar adentrándose, por si había algún precipicio.

Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, empezó a ver algo. Había una especie de escalera que bajaba a algún lugar. Se oía el sonido acompasado de gotas de agua cayendo. Había una especie de lago con las paredes amarillentas y con estalactitas y estalagmitas que le daban un aspecto tenebroso. No hacía frío allí dentro pero el ambiente era muy húmedo. Se acercó al lago e introdujo su mano en el agua, estaba fría, la olió, tenía sed pero dudaba si beber ese agua. De repente, oyó un ruido a sus espaldas. Era el dragón, que se asomó a la entrada. Se acercó al lago. Azilhú se apartó del camino. El dragón bebió agua del lago.
- Puedes beberla. Está fresca y es muy buena.

Ella se asustó. No sabía que los dragones hablaran. Aunque sus padres le habían enseñado todo lo necesario para vivir con el dragón, si llegaba el caso, nunca habían hablado sobre él, pensaron que eso sería asustarla. Azilhú sólo sabía lo que se comentaba entre sus amigas: que había un dragón, que secuestraba chicas, que era muy malo y otras historietas casi todas inventadas... pero lo que nunca había imaginado era que el dragón pudiese hablar. No se lo esperaba. De todos modos no pensaba acercarse al lago estando él allí. Esperaría a que se fuese. Se sentía intrigada por la escalera que había visto pero no se atrevía a moverse. El dragón retrocedió hasta la entrada y se tumbó mirando hacia afuera. Por fin, Azilhú se acercó y bebió agua. Se lavó la cara y las manos. Sus suspiros se oían por toda la cueva. Había dejado de llorar pero aún necesitaba suspirar con fuerza para aliviarse.

El Domingo pasado

La semana pasada no pude escribir en el blog. El sábado por la noche fui víctima de un virus que me afectó al aparato digestivo y que me tuvo tirada en el sofá durante casi todo el domingo sin fuerzas para nada.
Intentaré hoy ponerme al día y aunque no creo que sea posible escribir el doble, al menos, trataré de hacer un capítulo un poco más largo de lo normal. ¡Habrá que echarle un poco más de imaginación...!
¡Vaya, precisamente al capítulo de la semana pasada le tocaba el número 12+1! Casualidades casuales.

6.4.08

La Princesa Azilhú (12)

Cuando llegaron a lo más alto de la montaña más alta, el dragón se acercó al suelo, abrió sus garras y soltó a Azilhú. Ella empezó a moverse hacia todos lados pero después de asomarse, se dio cuenta que no había salida posible, todo eran precipicios. Se preguntaba cómo podría salir de allí, porque no pensaba quedarse para siempre..., tenía que encontrar una salida, la forma de volver a palacio, pero mientras, sólo hacía llorar y llorar...

El único acceso posible era a la entrada de la cueva. Estaba allí en lo más alto, sentada, con las piernas recogidas entre sus brazos y pensando que no entraría a la cueva de ninguna de las maneras. El dragón la miraba desde otro pico cercano, la observaba. Estaba tumbado pero no dejaba de mirarla. Ella le daba la espalda y no sabía si le miraba o no, tampoco le importaba. De repente se acordó de Beltrán y empezó a llorar de nuevo con más fuerzas, se imaginó todo lo que él pensaría... El dragón ya estaba acostumbrado a que las chicas nuevas llorasen durante días. Él las dejaba llorar sin decirles nada. Poco a poco se iban tranquilizando y dándose cuenta de que realmente él no quería hacerles daño, por eso, ni siquiera intentaba calmarlas.

Mientras tanto, Beltrán se había preparado para ver a "la princesita". Salió con su caballo cabalgando hasta el riachuelo pensando en el encuentro, pensando en lo que le diría, él quería seguir viéndola en muchas más ocasiones, intentaba pensar las conversaciones que tendrían. Lucas le había aconsejado antes de marcharse: "hazla reir, le encanta reir y además... ella está por ti, no tengas duda". Eso le animaba. Le hacía sentirse más seguro. Había llevado un regalo para ella: un pañuelo con una hermosísima "A" bordada por su abuela, la única que sabía en casa sobre la existencia de Azilhú. Una tarde le dijo:
- Beltrán, te noto extraño, muy pensativo pero risueño, por lo que no creo que tengas ningún problema, sino más bien algo que te alegra pero no quieres decir, ¿me equivoco?. Beltrán, hijo, tengo muchos años ya, todos reflejamos en nuestro rostro lo que llevamos en nuestro interior y tu rostro me dice que estás contento...
- Sí, abuela, estoy muy contento. He conocido a una chica, es muy bonita, simpática, amable y no puedo dejar de pensar en ella pero es una princesa y yo soy plebeyo...
- Eso puede ser complicado pero no imposible. ¿Eres correspondido?
- Creo que sí, abuela, pero aún no lo sé. Tengo una cita con ella, si acude significará que me corresponde. Estoy deseando que llegue el día y tener una respuesta.
- ¿Cómo se llama?
- Azilhú, abuela. Su nombre es precioso pero ella aún lo es más.
- Te daré un regalo para que se lo dés el día de la cita y también un consejo, disfruta de la felicidad que estás sintiendo, pase lo que pase después, estos momentos irán contigo el resto de tu vida, vívelos con todas tus ganas.
Beltrán siempre había tenido muy buena relación con su abuela. Una vez más le había demostrado que ella le conocía perfectamente y que no le podía ocultar sus sentimientos.

30.3.08

La princesa Azilhú (11)

Por fin llegó el domingo que tanto había deseado. Azilhú se levantó muy temprano. Estaba nerviosísima. Sabía que hoy vería a Beltrán. Había deseado tanto que llegara este día que le parecía que aún seguía soñándolo. Se pellizcaba para comprobar que era verdad y cuanto más le dolía más feliz se sentía. Se vistió a toda velocidad, se peinó y bajó las escaleras de palacio tan rápido como le permitían sus pies. Ni siquiera desayunó. Se fue directamente a por su caballo. Quería estar en el riachuelo lo más temprano posible, de esa forma, cuando llegara Beltrán, ella estaría allí y él no tendría ninguna duda sobre lo que Azilhú sentía por él.
Montó a caballo y se fue galopando. En apenas 15 minutos llegó al río. Bajó de su caballo, y comenzó a pasear tranquilamente. ¡Qué feliz se sentía! Nunca había experimentado esas sensaciones... No hacía más que pensar en él y recordarle cuando estuvieron paseando por aquel mismo lugar un mes antes.

Cuando más ensimismada estaba, oyó el crujir de las ramas y supo que alguien se acercaba. Se volvió para mirar en la dirección de donde provenían los sonidos y allí estaba: el dragón había estado observándola, movía sus alas y empezó a correr hacia ella. Azilhú se asustó, se quedó quieta, no podía moverse, no podía ni pensar si quiera... comenzó a correr, el caballo se asustó y corría también, Azilhú gritaba: "¡Socorro! ¡Ayuda!" Pero no había nadie en los alrededores. Nadie la escuchaba. El dragón venía tras ella, agitando sus alas y cada vez estaba más cerca. Azilhú no podía correr más. Su caballo corría mucho más deprisa pero no lo podía alcanzar. El dragón se acercaba más y más, emprendió el vuelo, abrió sus garras y atrapó a Azilhú. Volaba sobre el valle con gran estrépito, levantaba un viento huracanado, llevándose a su paso todas las hojas de los árboles. Azilhú lloraba, gritaba, se agitaba intentando desprenderse de sus garras. Volaron sobre su caballo. A lo lejos veía el castillo. No dejaba de gritar y llorar. Estaba muy asustada pero no podía soltarse de aquellas garras. Al pasar sobre el castillo vio a los sirvientes que miraban hacia el cielo intentando averiguar qué era aquel estruendo, incluso vio a sus padres, quienes la reconocieron de inmediato: "¡Azilhúúúúúú, hijaaaaaaa!". No había nada que hacer, todos en la comarca sabían cómo actuaba el dragón.

Se decía que tenía más de 200 años. Había vivido siempre en la comarca y nadie había conseguido expulsarlo de su cueva en la montaña más alta. Todos sabían cómo actuaba: secuestraba a una chica joven que le mantuviese la cueva limpia, que le hiciese la comida, que le cantase bellas canciones y que le diese conversación de vez en cuando. No había ningún otro dragón o dragona por los alrededores, por eso se sentía solo. No hacía ningún daño a las chicas, pero las mantenía en su cueva sin poder salir de allí durante 1 ó 2 años. Incluso algunas chicas que habían vivido en la cueva, contaban que era amable, agradable, simpático pero su voz imponía mucho y el eco en la cueva la hacía parecer aún peor.

Azilhú sabía que no tenía elección. Nunca, nadie había podido escapar de allí. Lucharía pero con el convencimiento de que finalmente tendría que resignarse. De repente se acordó de Beltrán. Lloró, lloró y lloró desconsolada. Ya se veía la montaña y la entrada a la cueva. No había ninguna otra posibilidad...

23.3.08

La princesa Azilhú (10)

"Mi amada Azilhú:
No he querido desaprovechar la oportunidad de mandarte unas líneas a través de Lucas.
Sólo quiero que sepas que estoy deseando volver a verte, que pienso en ti noche y día, que cada vez que miro al sol, a las estrellas o a la luna me recuerdan a ti.
Estoy esperando que llegue el día de nuestra cita para ver el brillo de tus ojos, la dulzura de tu sonrisa y la claridad de tu voz.
Si todo esto que te digo no te gusta y si no quieres asistir a la cita, no es mi intención obligarte ni hacerte sentir mal. Simplemente no acudas y yo entenderé que no sientes por mi lo mismo que yo siento por ti.
Con todo mi corazón, Beltrán."

Azilhú leyó y releyó la carta hasta siete veces. La dobló de nuevo y la guardó en el bolsillo interior de su vestido. Se levantó rápidamente de la cama, abrió su armario y empezó a mirar los vestidos decidiendo cuál se pondría para la cita con Beltrán. El verde le parecía feo, el rojo demasiado pomposo, el azul no le favorecía nada, el amarillo aún peor, el rosa ya se lo había puesto para la fiesta. Tenía dudas entre el blanco y el celeste, aunque el blanco le parecía demasiado blanco para montar a caballo..., bueno, uno de los dos seguro que sería.

Se sentía bien, contenta, feliz. Su corazón palpitaba con fuerza. Tenía ganas de bailar, de cantar, de reir. Pasaba por los salones de palacio cantando y bailando. Los sirvientes la miraban con cara de asombro.
- ¿Está bien, Princesa?
- ¿Qué ocurre, Princesa?

Su madre, la reina Leonor, se cruzó con ella en el pasillo.
- ¿Qué pasa, Azilhú? ¿A qué viene tanto baile?
- Estoy muy contenta, mami. Sólo tengo ganas de cantar y bailar...
- Por favor, ten cuidado!!!

9.3.08

9 de Marzo de 2008, Elecciones

Hoy se celebran Elecciones Generales. Además en Andalucía celebramos también Elecciones al Parlamento Andaluz. Ya ejercí mi derecho al voto y cumplí como ciudadana. Ahora debo exigir que los elegidos cumplan con su obligación, tanto si les voté como si no.
No sólo deberían mirarse al ombligo y estarse criticando los unos a los otros como si fuera un patio de colegio. Por favor, intentad hacer algo constructivo. Algo de lo que los ciudadanos, unas veces unos y otras veces otros, nos podamos sentir orgullosos. Está claro que no todas las decisiones pueden gustarnos a todos pero hay que saber dar una de cal y otra de arena.
Suerte para todos los que vivimos en este país.

8.3.08

Día Internacional de la Mujer

8 de Marzo de 2008, Día Internacional de la Mujer.
Felicidades a todas las mujeres.
Llevamos 97 años celebrando este día. Es innegable que en 97 años ha cambiado mucho la visión de la mujer, tanto por parte de los hombres como por parte de nosotras mismas, también ha cambiado nuestro papel en la sociedad, nuestro grado de participación, nuestra implicación en todos los campos del conocimiento y en todas las áreas del trabajo.
Y aunque seguimos avanzando para conseguir la igualdad de oportunidades, aún quedan baches que cuesta pasar.
De cualquier forma, creo que la mejor celebración llegará cuando no haya que marcar un día especial en el calendario para acordarnos de que seguimos luchando para tener esa igualdad.

2.3.08

La princesa Azilhú (9)

El domingo siguiente, salió sola a pasear con su caballo hasta la orilla del riachuelo. Buscó un árbol para apoyarse y bajar del caballo. Repitió los pasos que había andado con Beltrán. Recordaba sus palabras, sus miradas, sus ojos cuando los tuvo tan cerca, sus manos en su cintura ayudándole a bajar del caballo. Sólo podía pensar en él, en su sonrisa tan dulce. ¡Cómo le gustaba! Recordaba las palabras que le dijo y se sonrió; sonaron a música. Pensaba en el reencuentro. Pensaba en que faltaba una semana menos, pero aún era ¡toda una eternidad!

El siguiente domingo, Lucas vino a verla para decirle que había estado en casa de Beltrán unos días y que traía una carta que le había dado para ella y le había pedido que le dijera que estaba deseando volver a verla. Que sólo pensaba en ella. Que los días parecían años y que no veía la forma de acortar el tiempo que les faltaba para verse.
- Lucas, ¿y dónde está esa carta?, por favor, dámela ya.
Lucas buscó dentro de su abrigo y sacó un sobre lacrado y se lo entregó.
Azilhú abrió los ojos como platos, brillaban como las estrellas y en sus labios se dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Cogió la carta entre sus manos y se la acercó a la mejilla, cerró los ojos y pensó en Beltrán con todas sus fuerzas. La guardó en el bolsillo debajo de su vestido para leerla tranquilamente en su dormitorio.
- Dime, ¿te ha dicho algo más?, cuéntame cosas de él, qué le gusta, qué no le gusta, cómo es, todo, cuéntamelo todo...
- Azilhú, él es un chico normal, igual que yo; le gusta ir de cacería, le gustan los perros, los halcones, las peleas a caballo con lanza; bueno, lo normal... Tiene 15 años, igual que yo. Es muy divertido, siempre nos hace reir a todos... y... cambiando de tema, he venido para traerte la carta y para despedirme, voy a un viaje largo.
- ¿Largo?, ¿despedirte?, ¿a dónde vas?, ¿cuándo vuelves?, ¿y Beltrán?- las preguntas se amontonaban en su mente.
- Beltrán vendrá de todas formas. Mis padres le invitaron a él y a sus padres cuando estuvimos allí el pasado verano. Yo voy a Alemania, mi padre quiere que vaya a ver a mis tíos. Será un viaje largo. En mi caballo más veloz tardaré al menos una semana en llegar, estaré allí otras dos semanas y otra más para volver.
- Pero, Lucas, ¿me vas a dejar aquí sola? Esto no será lo mismo sin ti. Por favor, ten mucho cuidado y vuelve tan pronto como puedas.
- Lo tendré, Azilhú. Espero que todo vaya bien en mi viaje y en vuestra cita. Mucha suerte. Adios. Cuídate tú también. Nos veremos a mi vuelta.

Lucas era un buen amigo. Se conocían desde siempre. Azilhú disfrutaba con su compañía. A su lado siempre se divertía mucho. Era muy simpático.

Azilhú se fue corriendo a su dormitorio. Estaba deseando oler, mirar, leer la carta que le había enviado Beltrán. Subió las escaleras a toda prisa, entró y cerró la puerta. Se tumbó en la cama y sacó la carta de su bolsillo. Se la acercó a la mejilla, la olió, no tenía ningún olor especial pero le hacía imaginar a Beltrán delante de ella. Estaba impaciente. Rompió el lacre que sellaba la carta, la abrió y la leyó.

28.2.08

28 de Febrero. Día de Andalucía

Hoy no he escrito nada pero se me han ocurrido algunas ideas para el cuento, creo que estaría bien incluir algunas fotos o dibujos que iré buscando por aquí y por allá, así que no tendrán todas el mismo estilo, pero ¿qué se le va a hacer? la que no sirve para dibujar... y yo soy de las peores en el dibujo, para eso tenemos internet, donde se encuentra de todo, y Photoshop para algún que otro cambio, retoquillo y esas cosas.
Como aperitivo aquí va una de una princesa que podría ser Azilhú, aunque ella es mucho más hermosa.

17.2.08

La princesa Azilhú (8)

Los tres se dirigieron hacia el castillo. Al llegar se despidieron. Azilhú se volvió para mirar a Beltrán mientras cabalgaba con Lucas. Por un momento sintió tristeza en su corazón y se le escapó un suspiro.
Por la tarde, vendrían sus amigas a merendar. Deseaba contarles lo que le estaba pasando, seguro que ellas se alegrarían, sobre todo Jimena, siempre tan enamoradiza, y ahora que le gustaba Pedro...

Así ocurrió, sus amigas fueron llegando después del almuerzo. Todas reían, se lo pasaban muy bien cuando estaban juntas. Recordaban momentos que habían sido divertidos, contaban cuentos, historias reales e inventadas. Azilhú se decidió a contar su historia en un momento en que estaban juntas Sol, Elvira y Leonor.
- ¿Sabéis qué me ha pasado? -dijo abriendo sus ojos y exagerando su sonrisa-. ¿Os acordáis de Beltrán, el amigo de Lucas? Pues esta mañana hemos salido los tres a pasear a caballo y me ha dicho: QUE LE GUSTO. Hemos quedado para volver a pasear dentro de cuatro semanas, cuando él vuelva a casa de Lucas. Ohhhh! estoy impaciente. ¿Qué os parece?
- Beltrán es ese chico tan guapo que vino a la fiesta con Lucas, ¿verdad? y que tanto te gustó ¿no? ¡Qué suerte tienes! ¿Cómo lo has conseguido? Yo jamás encontraré a un chico tan guapo que se interese por mi, -dijo Leonor con voz triste-.
- Sí, sí, ese es.
- Azilhú, ¿nos contarás lo que habléis ese día? ¿De qué habéis hablado hoy? ¿Qué te ha dicho? Pero, cuéntanos que no dices nada, chica.
- Pues, hoy hemos hablado muy poco, sólo lo que os he contado. Me ha dicho que le gusta pasear conmigo y que le gusto yo. Que estaría encantado de pasear de nuevo cuando vuelva en cuatro semanas y que si yo no acudo a la cita, entenderá que no estoy interesada por él. ¿Os imagináis? ¡Que yo no estoy interesada! Si él supiera cómo me gusta, nunca me diría eso. No existe esa posibilidad. Estaré allí clavadita dentro de cuatro semanas.

Leonor se dio la vuelta y se lo contó a Jimena:
- Azilhú tiene una cita. Ha quedado con Beltrán en cuatro semanas. ¿No es encantador?

Jimena se lo contó a Filoria y a María. Y ellas a las demás. Todas se alegraron por Azilhú, era una buena amiga y nunca antes se había interesado por ningún chico. Era su primer amor. Todas se acercaban para preguntarle si era cierto lo que las demás decían y ella sólo confirmaba y sonreía con la felicidad que desprenden quienes viven esa maravillosa emoción en su corazón y sienten esas mariposas revoloteando en su estómago.

10.2.08

La princesa Azilhú (7)

Realmente, aquel era un día precioso: el cielo estaba limpio, no se veía ni una nube, no había viento, no hacía frío, el sol brillaba y hacía que todo lo que sus rayos tocaban brillara al mismo tiempo. Los pajarillos cantaban. Las ardillas jugueteaban arriba y abajo en los árboles. Las florecillas de colores inundaban el campo y todo parecía tan perfecto que Azilhú deseaba que no pasase el tiempo.

Beltrán cabalgaba a su derecha y Lucas a su izquierda. Iban charlando sobre lo bien que lo pasaron en la fiesta, sobre los amigos que asistieron y sobre las anécdotas que ocurrieron. Beltrán era un buen conversador, no paraba de hablar, de reir, (¡cuánto le gustaba a Azilhú reir!) y de hacer reir a Azilhú, (¡cuánto le gustaba a Azilhú que Beltrán la hiciera reir!).

El camino hasta el riachuelo se le hizo muy corto, tan corto que cuando se dio cuenta de que ya habían llegado a la mitad del camino, le pidió a Lucas que le ayudara a bajar para pasear un rato a pie.

- Lucas, ¿me puedes ayudar a bajar del caballo? Tengo ganas de pasear.
- Pues, claro Azilhú. Allá voy -dijo Lucas-.
Pero Beltrán estaba más cerca de ella y se adelantó a Lucas, bajó de su caballo y rápidamente alzó sus brazos para que Azilhú se apoyara en ellos y bajara del caballo.
Azilhú se quedó atónita, con la boca entreabierta, no podía reaccionar. Su amadísimo Beltrán estaba ahí esperándola a ella, con los brazos abiertos, con una sonrisa inmensa y pidiéndole que le "abrazara". A estas alturas, si de repente anocheciese, Azilhú ya se daría por satisfecha. Ya habría estado más cerca de Beltrán de lo que nunca hubiese imaginado para este primer día.

Se giró para acercarse a los brazos de Beltrán. La agarró con fuerza. Notó sus manos en su cintura. Apoyó las manos en los hombros de Beltrán. Se deslizó. Sus caras se aproximaron. Sus ojos se miraron... tan cerca que se le detuvo el corazón por un segundo. Los pies tocaron el suelo suavemente. Las manos soltaron su cintura. Tomó aliento. Se recompuso.

- ¡Chicos! Mi caballo quiere galopar un poco... ahora vuelvo ¿vale?

Azilhú no se lo podía creer. Se había quedado a solas con Beltrán. Ella no lo sabía, pero Beltrán se lo había pedido a Lucas: "Cuando puedas, ¿nos dejarás un ratito a solas? Esa princesita me tiene enamorado. No sé qué le diré pero tengo que verla de nuevo cuando vuelva dentro de un mes."

Paseaban lentamente junto al riachuelo. Ninguno hablaba. Azilhú notaba que Beltrán la miraba y volvía a mirar al suelo. Por fin, Beltrán se decidió:
- Azilhú me ha encantado el paseo de hoy. ¿Podríamos repetirlo otro día?
- Sí, claro. Cuando quieras...
- Mañana vuelvo a casa.
- ¿Tan pronto? ¿Cómo puede ser? - dijo con los ojos muy abiertos-.
- He de volver, mi familia me espera. Regresaré en un mes. Me gusta pasear contigo y me gustas tú. Si lo deseas, podemos pasear cuando vuelva.
- Sí, sí, por supuesto. (¿Ha dicho "me gustas"?)
- Si, cuando vuelva, no quieres, lo entenderé y no volveré a molestarte.
- Sí, sí querré. No tengas ninguna duda.
- Bien, nos veremos dentro de 4 domingos en este mismo riachuelo, ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
Siguieron paseando sin hablar más.

Lucas llegó apresuradamente con su caballo.
- Tenemos que irnos, se hace tarde.
Beltrán ayudó a Azilhú a montar. Esta vez, Azilhú estaba triste, no volvería a verle hasta dentro de 4 semanas, pero al mismo tiempo estaba feliz: él le había dicho que le gustaba. ¿Cabe más felicidad en un solo día?

5.2.08

Arreglado

Por fin puedo entrar al blog. No sé exactamente lo que había pasado, supongo que alguna historia con las cookies porque después de leer varios días en un montón de foros, por fin hoy he encontrado uno que decía que borrara las cookies relativas al blog. Así lo he hecho y ahora puedo entrar de nuevo. Todo hubiera sido más sencillo si me hubiera ido directamente al centro de ayuda de google desde el principio; pero, a veces, convierto lo más fácil en lo más complicado y... tardo mucho más, claro.
En realidad podía entrar desde el Internet Explorer, pero no me atrae nada andar cambiando de navegador y el Mozilla me gusta. Me he acostumbrado tanto a él que hasta veo las páginas más bonitas aquí. Bueno, pues este fin de semana intentaré darle un buen adelanto al cuento para compensar lo de la semana pasada.
Por cierto, no me resistí: mirando en el blog de Rafa, www.om-rafael.blogspot.com, actualmente de superviaje en Nepal, me contestó en ese momento a un comentario que le hice... ¡estaba "al otro lado de la línea"! Se me ocurrió buscarle una página que tuviera un widget para poner un chat y que así supiéramos cuándo podíamos charlar con él. Pues la encontré, puse el widget en mi blog pero aún no le he dicho nada a él. No espero ni un segundo más. Voy a contárselo.

27.1.08

La princesa Azilhú (6)

Aquel domingo, Azilhú se despertó muy temprano, en realidad, le había costado dormir. Había pasado la noche deseando que apareciese el primer rayo de luz por su balcón, no quería cerrar los ojos para que no se le escapase; en cuanto lo vió, saltó de su cama y se dirigió al balcón para asegurarse que era cierto lo que veía. Sí, sí, allí estaba el sol empezando a alumbrar el día.

Tomó aire fuerte y profundamente hasta hinchar sus pulmones, mientras lo soltaba cerró los ojos. Le sentó tan bien que volvió a hacerlo por segunda vez. Estaba preparada para un día inolvidable.

Su caballo estaba preparado. Había avisado para que se lo tuvieran preparado temprano. No sabía cuándo llegarían Lucas y Beltrán. Quería salir a pasear en cuanto llegaran. No quería perder ni un momento. Quería aprovechar todo el tiempo posible al lado de Beltrán (bueno, sí, Lucas también estará pero...).

Llegaron pronto. La espera no se le hizo larga. Les vio llegar a lo lejos, galopando. Bajó las escaleras corriendo, casi se cae. Se atusó el vestido y el pelo, que llevaba recogido en una hermosa trenza, se puso su sombrero y se pellizcó las mejillas. Al momento golpearon la puerta. Uno de los sirvientes se apresuró a abrirla.

- Buenos días, hermosa dama, -dijo Lucas con tono muy alegre inclinándose para saludarla con su sombrero-.
- Buenos días, Lucas. ¡Qué bonito día hace hoy! ¿verdad? Buenos días, Beltrán.
- Buenos días, princesa Azilhú. Efectivamente es un bonito día.
- Dejémonos de saludos y vamos a recoger tu caballo, Azilhú. ¿Lo tendrás preparado, no?
- Pues claro que sí, vamos.

Los tres se dirigieron hacia las caballerizas. El mozo de caballos le trajo su caballo y le ayudó a montar. Se fueron paseando lentamente...

Es un secreto...

Me he dado cuenta que no he explicado el motivo de este cuento, lo he tenido tan asumido que pensaba que ya lo había comentado. Es un regalo que preparo para el 12 cumpleaños de mi hija. Todavía falta mucho y espero que me dé tiempo a terminarlo. Evidentemente, ella es la protagonista y hay bastantes personajes que son la imagen de una persona real, pero eso ya lo descubrirá ella en su momento. El principal motivo por el que lo escribo es para intentar que se interese más por la lectura y que se dé cuenta que ella puede "convertirse" en la protagonista de cualquier historia.

19.1.08

La princesa Azilhú (5)

Pudo saber cómo se sentían las palomas mensajeras, las águilas, los halcones y todas las aves del mundo, porque tenía la sensación de estar volando: era como estar flotando en el agua pero con el corazón a 1.000 por hora.

De repente, su prima Teriana se acercó corriendo, haciéndola aterrizar bruscamente:
- ¡Primaaaaaa, qué bonita es tu fiesta!, pero dice mami que nos tenemos que marchar pronto. ¿Puedo quedarme un poco más?
- Claro que sí, puedes quedarte todo lo que quieras pero tendrás que obedecer a mami cuando diga que os vais, ¿vale?
- Sí, sí... ¡bieeeeeen! Adios, me voy a ver a los bufones...

Aunque Teriana tenía sólo 6 años, Azilhú y ella eran muy buenas amigas, como hermanas. Se veían a diario y también discutían a diario, pero se querían muchísimo, tanto que si estaban separadas varios días, el primer saludo entre ellas parecía interminable.

Azilhú se acercó a las gemelas Sol y Elvira que estaban con Leonor, como siempre riendo y contándose secretitos...
- ¿Habéis visto a Beltrán, el amigo de Lucas?
- No, ¿quién es? -preguntó Sol-, ¿dónde?
- Es guapísimo, yo ya me lo he pedido, es para mi ¿eh? -dijo Azilhú-.
- Vale, vale, tranquila, que es para ti -respondió Leonor-.

Todas y todos estuvieron charlando, bailando, jugando y divirtiéndose durante toda la noche pero Azilhú no podía dejar de buscar con la mirada a Beltrán, incluso en varias ocasiones Beltrán la miraba a ella... "sí, sí, estoy segura que me estaba mirando, ¿a ver?, sí, otra vez". Sentía su corazón palpitar con fuerza. Nunca había sentido tanta emoción. Dos veces tuvo que salir al jardín a respirar hondo porque tenía la impresión de que le faltaba el aire. El estómago le hacía cosquillas, no era de hambre. Era una sensación parecida a cuando montaba a caballo y hacía un salto grande. Esas cosquillitas eran muy, muy parecidas.

Ya amanecía el día cuando empezaron a despedirse de Azilhú todos sus amigos y amigas. Estaban cansados, se les notaba en la cara. Sus carruajes estaban esperándoles y, cuando llegaban a ellos, les costaba subir. La noche había sido muy larga y muy movida, sobre todo. Había sido una noche estupenda.

Mientras se despedía del resto no podía dejar de mirar de reojo a Beltrán que charlaba con Lucas y con Pedro, y tampoco podía dejar de pensar -¿cómo podría hacer yo para verle de nuevo?, ¿qué me podría inventar?, ayyyy!!! que se acerca y no se me ocurre nada....-

Cuando llegó el turno de Lucas y Beltrán, éste se acercó y le dijo:
- Azilhú, el domingo saldremos Beltrán y yo a dar un paseo a caballo, nos gustaría invitarte, sobre todo a él (acercándose más), ¿crees que podrías acompañarnos?
- (Pero ¿es posible?, ¿será cierto lo que me está ocurriendo?, ¿"sobre todo a él"?, ¿qué significa eso?, ¿están esperando una respuesta?) Sí, sí, por supuesto, ya sabes que me encanta pasear a caballo los domingos por la mañana (y por la tarde, y por la noche, y los sábados, y cuando haga falta...)

Azilhú terminó de despedirse de sus amigos y amigas y cayó en la cuenta de que ya había terminado la fiesta que con tanta impaciencia había esperado, pero lo que le esperaba ahora era mucho, mucho, muchísimo mejor, más emocionante y además... hasta el domingo sólo quedaba un día porque ya era sábado (sí, podré aguantar hasta el domingo, estoy segura).