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30.3.08

La princesa Azilhú (11)

Por fin llegó el domingo que tanto había deseado. Azilhú se levantó muy temprano. Estaba nerviosísima. Sabía que hoy vería a Beltrán. Había deseado tanto que llegara este día que le parecía que aún seguía soñándolo. Se pellizcaba para comprobar que era verdad y cuanto más le dolía más feliz se sentía. Se vistió a toda velocidad, se peinó y bajó las escaleras de palacio tan rápido como le permitían sus pies. Ni siquiera desayunó. Se fue directamente a por su caballo. Quería estar en el riachuelo lo más temprano posible, de esa forma, cuando llegara Beltrán, ella estaría allí y él no tendría ninguna duda sobre lo que Azilhú sentía por él.
Montó a caballo y se fue galopando. En apenas 15 minutos llegó al río. Bajó de su caballo, y comenzó a pasear tranquilamente. ¡Qué feliz se sentía! Nunca había experimentado esas sensaciones... No hacía más que pensar en él y recordarle cuando estuvieron paseando por aquel mismo lugar un mes antes.

Cuando más ensimismada estaba, oyó el crujir de las ramas y supo que alguien se acercaba. Se volvió para mirar en la dirección de donde provenían los sonidos y allí estaba: el dragón había estado observándola, movía sus alas y empezó a correr hacia ella. Azilhú se asustó, se quedó quieta, no podía moverse, no podía ni pensar si quiera... comenzó a correr, el caballo se asustó y corría también, Azilhú gritaba: "¡Socorro! ¡Ayuda!" Pero no había nadie en los alrededores. Nadie la escuchaba. El dragón venía tras ella, agitando sus alas y cada vez estaba más cerca. Azilhú no podía correr más. Su caballo corría mucho más deprisa pero no lo podía alcanzar. El dragón se acercaba más y más, emprendió el vuelo, abrió sus garras y atrapó a Azilhú. Volaba sobre el valle con gran estrépito, levantaba un viento huracanado, llevándose a su paso todas las hojas de los árboles. Azilhú lloraba, gritaba, se agitaba intentando desprenderse de sus garras. Volaron sobre su caballo. A lo lejos veía el castillo. No dejaba de gritar y llorar. Estaba muy asustada pero no podía soltarse de aquellas garras. Al pasar sobre el castillo vio a los sirvientes que miraban hacia el cielo intentando averiguar qué era aquel estruendo, incluso vio a sus padres, quienes la reconocieron de inmediato: "¡Azilhúúúúúú, hijaaaaaaa!". No había nada que hacer, todos en la comarca sabían cómo actuaba el dragón.

Se decía que tenía más de 200 años. Había vivido siempre en la comarca y nadie había conseguido expulsarlo de su cueva en la montaña más alta. Todos sabían cómo actuaba: secuestraba a una chica joven que le mantuviese la cueva limpia, que le hiciese la comida, que le cantase bellas canciones y que le diese conversación de vez en cuando. No había ningún otro dragón o dragona por los alrededores, por eso se sentía solo. No hacía ningún daño a las chicas, pero las mantenía en su cueva sin poder salir de allí durante 1 ó 2 años. Incluso algunas chicas que habían vivido en la cueva, contaban que era amable, agradable, simpático pero su voz imponía mucho y el eco en la cueva la hacía parecer aún peor.

Azilhú sabía que no tenía elección. Nunca, nadie había podido escapar de allí. Lucharía pero con el convencimiento de que finalmente tendría que resignarse. De repente se acordó de Beltrán. Lloró, lloró y lloró desconsolada. Ya se veía la montaña y la entrada a la cueva. No había ninguna otra posibilidad...

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