mapa amung

8.6.08

La Princesa Azilhú (18)

Ya llevaba casi un mes viviendo en la cueva y se iba acostumbrando a estar allí. La verdad es que no había mucho con lo que entretenerse. Por la mañana, al levantarse, se acercaba al lago que estaba junto a su cama, buscaba el lugar donde se veía reflejada, se lavaba la cara, se arreglaba un poco el pelo, se lo recogía con una cinta que se había hecho de un trozo de tela y, mirándose fijamente se decía: ya queda un día menos e intentaba sonreirse a si misma.
Luego arreglaba su cama para que estuviera cómoda por la noche. Aunque era sólo de paja y telas, dormía con la suficiente comodidad, dadas las circunstancias, y no sentía nada de frío y cuando había luna llena, la luz de la luna entraba por el pequeño hueco que había en el techo y le hacía compañía, iluminaba toda la sala y teñía de plata todo a su alrededor.

Había encontrado un trozo de pared bastante lisa y una piedra muy dura con la que iba anotando los días que pasaban, 25 días llevaba ya en aquella cueva. Cada día se le hacía interminable, infinito. No tenía mucho que hacer y su mente repasaba los recuerdos que almacenaba en su memoria, con sus padres, con su prima, con sus amigas, jugando, divirtiéndose, charlando y, sobre todo pensaba en Beltrán. Recordarle le entristecía enormemente porque pensaba que supiese o no lo que había ocurrido realmente, él no le iba a estar esperando a ella sin saber cuándo iba a terminar ese cautiverio y si, en efecto, terminaría positivamente.

Cuando ya el sol iluminaba toda la sala, Azilhú subía las escaleras. Casi siempre estaba el dragón allí, delante de la entrada, tumbado en el suelo, despierto y siempre le decía:
-Buenos días.
Pero ella no contestaba, aún estaba demasiado enfadada y no pensaba hablar nunca con él. ¡Era un dragón! ¿Qué podía hablar con un dragón?
Se sentaba cerca de la pequeña laguna mirando hacia la salida. "Tengo que buscar la forma de escapar de aquí. No puedo quedarme con los brazos cruzados. Debe haber alguna forma."
Nadie había escapado nunca de la cueva del dragón. Nadie. Sólo cuando el dragón quería dejaba en libertad a sus víctimas, pero sólo cuando él lo decidía. Esto no lo sabía Azilhú y pensaba que tenía alguna posibilidad de huir pero era imposible.

El dragón sólo se alejaba de la cueva para buscar comida. Hasta ahora, cuando había traído comida, eran piezas pequeñas: pollos, conejos, faisanes... que Azilhú había cocinado sin mucha dificultad. El dragón traía también trozos de árboles para la hoguera que encendía él con su propio aliento. Azilhú era buena cocinera y no había hecho enfadar al dragón ni una sola vez.

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