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20.4.08

La Princesa Azilhú (12+1)

Al llegar al riachuelo, Beltrán comprobó que no había nadie, miró hacia todos lados pero no, no veía a nadie. "Veamos..., he llegado el primero, la esperaré. Seguro que no tarda en llegar, mejor así porque tendré tiempo de calmarme un poco, ¡qué nervioso estoy!...".

Se bajó del caballo y se sentó en una piedra a esperarla y a pensar en ella y lo que le diría: "¡Buenos días Azilhú, cuánto me alegra que hayas venido! No sabes cómo he deseado que llegara este momento para volver a verte y conversar contigo. ¿Recibiste la carta que le di a Beltrán? ¿Te gustó? Pues déjame darte un beso en la mejilla... no, no, eso no se lo puedo decir, se asustará, pero ¿cómo sabré si quiere un beso mío? ¿me lo pedirá?... debí preguntarle a la abuela. ¿Y si no le gustó la carta?, pero qué complicado es esto... y no me calmo, mi corazón galopa casi tan rápido como mi caballo. No debe tardar en llegar, pero no veo ni oigo a nadie acercarse. ¿Será demasiado temprano? Bueno, esperaré... no tengo nada mejor que hacer, hombre..., mejor, mejor sería que estuviera aquí ya pero... habrá que esperar. Si es que soy muy impaciente... que ya me lo dicen todos..."

Beltrán era incapaz de imaginar lo que había ocurrido. Azilhú pensaba en él: cómo se enteraría, Lucas estaba en Alemania, no podría decírselo, qué pensaría, que ella no tenía ningún interés por él, ¡ooooohhhhhh!, tanto tiempo esperando... lloraba y lloraba, también pensaba en sus padres: ¿podrían hacer algo para rescatarla?, a simple vista el terreno parecía complicado, no había forma de acceder..., lloraba y lloraba, ¿y sus amigas?, cuándo podría verlas de nuevo, con lo bien que lo pasaban juntas..., lloraba y lloraba.

Ya era la hora del almuerzo y Azilhú no había aparecido, Beltrán se sentía más triste por momentos, sus pensamientos sobre Azilhú empezaban a teñirse de un color grisáceo: pero qué tonto he sido, cómo he podido pensar que una chica tan bonita podía sentirse atraída por mi, pero qué me hizo pensar que ella acudiría a la cita. Está clarísimo, no ha querido verme, no le he interesado, no ha sentido la más mínima curiosidad por verme y yo pensando que estaría tan ilusionada como yo con esta cita, qué desencanto, qué tristeza en mi corazón, qué frío siento, cómo duele este abandono, cómo dueles Azilhú...

Mientras tanto, allá en lo alto de la montaña, el dragón seguía tumbado, sin perderla de vista. De vez en cuando bostezaba y se le escapaban algunas pequeñas llamas de fuego por la boca, no como cuando se enfadaba, que eran grandes llamaradas, en los bostezos eran pequeñitas.

Azilhú notaba que le dolían las piernas de tenerlas encogidas en su regazo durante tanto tiempo. Los ojos le escocían de tanto llorar. Su precioso vestido se había roto con las garras del dragón. Necesitaba estirar las piernas, incorporarse, moverse un poco. Decidió entrar a la cueva.

Bajó con cuidado por las rocas hasta la entrada. El dragón la miraba desde el otro pico de la montaña. Se levantó para verla mejor y observar sus movimientos. La entrada era muy grande y muy oscura. Desde ahí miró al interior. No veía más que oscuridad. Dio un paso más hacia adelante. Miró a su alrededor. Todo estaba oscuro. Se frotó los ojos para intentar ver algo. Sentía miedo de continuar adentrándose, por si había algún precipicio.

Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, empezó a ver algo. Había una especie de escalera que bajaba a algún lugar. Se oía el sonido acompasado de gotas de agua cayendo. Había una especie de lago con las paredes amarillentas y con estalactitas y estalagmitas que le daban un aspecto tenebroso. No hacía frío allí dentro pero el ambiente era muy húmedo. Se acercó al lago e introdujo su mano en el agua, estaba fría, la olió, tenía sed pero dudaba si beber ese agua. De repente, oyó un ruido a sus espaldas. Era el dragón, que se asomó a la entrada. Se acercó al lago. Azilhú se apartó del camino. El dragón bebió agua del lago.
- Puedes beberla. Está fresca y es muy buena.

Ella se asustó. No sabía que los dragones hablaran. Aunque sus padres le habían enseñado todo lo necesario para vivir con el dragón, si llegaba el caso, nunca habían hablado sobre él, pensaron que eso sería asustarla. Azilhú sólo sabía lo que se comentaba entre sus amigas: que había un dragón, que secuestraba chicas, que era muy malo y otras historietas casi todas inventadas... pero lo que nunca había imaginado era que el dragón pudiese hablar. No se lo esperaba. De todos modos no pensaba acercarse al lago estando él allí. Esperaría a que se fuese. Se sentía intrigada por la escalera que había visto pero no se atrevía a moverse. El dragón retrocedió hasta la entrada y se tumbó mirando hacia afuera. Por fin, Azilhú se acercó y bebió agua. Se lavó la cara y las manos. Sus suspiros se oían por toda la cueva. Había dejado de llorar pero aún necesitaba suspirar con fuerza para aliviarse.

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