La princesa Azilhú

Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño y lejano país, vivía la princesa Azilhú. Era la princesa más hermosa que se había visto nunca en el reino. Sus largos cabellos rubios, sus finos rasgos, su dulce voz, su amabilidad... la hacían ser querida por todos los habitantes.
Sus padres, el rey Leoncio y la reina Esmeralda, siempre estuvieron preocupados por su educación, para que aprendiera las cosas importantes de la vida.
En aquella época era frecuente que los dragones secuestrasen a las princesas más bellas para que viviesen con ellos en sus cuevas como esclavas durante uno o dos años.
Los reyes no querían que esto le ocurriese a Azilhú pero, si llegaba el momento, sería mejor que estuviese preparada para ello, pues de otro modo, los dragones acabarían con su vida inmediatamente.
Enseñaron a Azilhú a cocinar oso con guindillas, que era la comida preferida por los dragones. La instruyeron en el arte de hacer pinturas en las paredes de las cuevas usando las piedras quemadas por los dragones.